martes, 11 de febrero de 2014

El día en que falleció mi infancia y reinó la indiferencia


De niño quería ser, como casi todos, un adulto.
Un asco de sueño, y les explicaré por qué el día en que cumplía algo que llamaban deber cívico fue que murió mi infancia, y acepté la soledad humana, la indiferencia social y la desolación como una opción considerablemente buena como forma de vida hasta el final de mis días.

Cuando era niño veía a los adultos construyendo un planeta muy bonito. Veía a toda una sociedad moviéndose en una sola dirección: hacia adelante. Tenía en mi inocente cabeza la idea de que todo se diseñaba mediante un apoyo de solidaridad entre cada ser humano, y que cada hombre que le declaraba la guerra a otro era alguien malo, y no caía en la cuenta de que justamente esos hombres a veces sólo tenían que obedecer disparatadas órdenes por parte de otros hombres, inútiles y perversos, llamados "políticos", y que tuve la desgracia de conocer hace poco, cuando esos adultos gordos, con facha de inteligentes y poderosos, mataron mi infancia y me enviaron al camino de la soledad.

A mis 20 años me tocó participar en muchas revueltas estudiantiles. Ya eso comenzó a matar mi infancia, porque como dije, pensaba que el planeta era muy bonito, y siempre avanzaba hacia adelante. Me di cuenta de que ya habían muchas cosas que estaban mal: abuso de poder, violaciones, robos, adulterios, desamor, pobreza, hambruna, miseria, y todo provocado por los adultos, esos seres en quienes yo siempre quise convertirme. Una de las calamidades mas cercanas que me tocó ver fue una falencia en la igualdad de cada ser humano y su derecho a educarse y hacer que el planeta - por fin - comenzara a avanzar hacia adelante.
Mis compañeros y amigos, además de juntar muy buenos argumentos para poder recibir lo que demandábamos, llenaron todo este trámite de buenas y malas ideas: marchamos, para que vieran el descontento. Recibimos palos.
Marchamos con disfraces, batucadas, guitarras, globos, para que vieran el descontento y además vieran que eramos un grupo no violento. Recibimos palos.
Nos recostamos en la Plaza de Armas boca arriba con los ojos cerrados, fingiendo que estábamos muertos, para que vieran el descontento y además de que nada malo queríamos hacer. Recibimos palos.
Ya después de muchísimos intentos como esos, mis compañeros más radicales se tomaron las universidades y colegios de la ciudad. Y no solo eso, porque el país entero comenzó a hacerlo.
Y no solo eso, porque los muchachos, cansados de recibir palos por nada, comenzaron a tapar sus rostros y arrojar piedras a los guardianes de la seguridad.
Y no solo eso, porque los guardianes de la seguridad comenzaron a llevar a sus perros entrenados para agarrar y nunca soltar.
Y no solo eso, porque mis compañeros comenzaron a llevar bombas molotov.
Y no solo eso, porque los guardianes de la seguridad llegaron con carros lanza agua y micros llenas de más guardianes de la seguridad a repartir más palos.

Y yo en medio.

Entonces me armé de valor y cumplí personalmente lo que originalmente yo quería hacer: volverme un adulto, y dialogar con los adultos como lo hacen los adultos, y llegar a un acuerdo como un adulto, y avanzar hacia adelante como adulto y con los adultos.
Entre medio de esas batallas campales que por una extraña razón cesaban los días domingos y festivos, logré llegar a la Municipalidad y entrevistarme con los políticos, los que yo creía eran los adultos más serios y consecuentes que iba a encontrar en la vida:
"- Señor Random, disculpe, quisiera conversarle sobre la verdadera situación que vivimos los estudiantes en nuestro país, nuestro hogar.
- ¡Pendejo de mierda! ¡Partiste a estudiar concha de tu madre! ¡Qué te has creído mierda, venir a hablarme a mí en este lugar! ¡Sáquenlo cagando de acá!"

Recibí palos. Y ordenados justamente por uno de los adultos a quien yo tanto admiraba desde pequeño. No puedo creer que yo haya querido aspirar a convertirme en uno de ellos. Una decepción enorme ver cómo se tratan los adultos, ¡y cómo tratan a los adultos mas jóvenes!

Qué vergüenza ver cómo son en realidad los adultos. Y lo peor, es que fingen que son las personas más correctas, y que tienen razón en todo, y tienen el derecho de ordenar para donde va todo. A mi parecer, la posición de todos los adultos nace sencillamente en que ninguno tuvo la misma educación del resto. Todos tuvieron educación diferenciada, y por lo mismo, atropellan a todo lo que se le cruza, y no les importa el mañana, y prefieren gritarse entre sí en vez de que el planeta se haga mejor. Ustedes, a quienes yo admiraba, han sido los que han desatado la vergüenza personal de verlos y aguantar sus malditas presencias a punta de gruñidos y gritos ofensivos. Han alimentado mi odio personal a todo ser humano que respire en este planeta. Han hecho que no me queden ganas de ayudar a nadie, y simplemente no dejaré semilla en la tierra, porque son ustedes los que han forjado la soledad y la intolerancia de los jóvenes, que siempre tienen ideas espontáneas y más efectivas que las de ustedes.

Señores adultos, que tanto me vienen a sermonear a mí de educación, mírense a ustedes primero. Miren cómo tratan al resto de la gente, miren cómo tratan a sus hijos, miren cómo prefieren invertir en alcohol que en historia. Y por sobre todo, miren bien cómo tratan a la juventud en general, que los tiene a ustedes como único ejemplo de seres humanos derechos e inteligentes. ¿qué pueden esperar ustedes de los jóvenes, si ustedes mismos son el peor ejemplo de aberración sin sentido y sin moral ni orden ni mucho menos RESPETO?

 ¡La educación parte por casa!

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